Dios y devenir, Dios y tiempo es un título tan sencillo en apariencia como complejo en su tratamiento. Muchos son los autores que se han planteado esta cuestión. En una obra relativamente reciente, Gregory E. Gannsle y David M. Woodruff se planteaban este mismo tema: Dios y tiempo. Ensayos sobre la naturaleza divina. Dos ideas principales de esta obra me sirven para el trabajo que voy a abordar. En primer lugar, la pluralidad de puntos de vista que se han sucedido en el estudio sobre este tema: desde la atemporalidad a la temporalidad, pasando por la intemporalidad, la sempiternidad o la «omnitemporalidad». En segundo lugar, Gannsle y Woodruff afirman que hay varios temas que pueden determinar la mejor manera de pensar la relación de Dios con el tiempo: su naturaleza, es claro, pero también el conocimiento, el poder, su omnipresencia etc.
La aportación directa de Ford a la teología cristiana está principalmente en The Lure of God: A biblical Background for Process Theism, un libro que en general ha sido postergado y preterido en la discusión de la teología de Ford. Y en Transforming Process Theism, obra reciente que algunos consideran un «capolavoro». En ellas se puede apreciar un significativo trabajo de interdisciplinariedad y de transdisciplinariedad, con una importante faceta creativa, que se hace visible en el carácter sistemático de su estudio y en la ontología temporal que constituye el núcleo de su teología. El tiempo tiene este triple papel: fundamento del orden, base de la novedad y creatividad futura, y configura un Dios temporal que se ve influenciado por los sucesos que tienen lugar en el mundo. Estos elementos constituirían el «nuevo paradigma» de la TP, que vemos plenamente reflejados en Lewis Stanley Ford y que se forjan en el diálogo con otros autores (A.N. Whitehead, P. Tillich, W. Pannenberg, E. Bloch, E. Jüngel, etc.) y en el esclarecimiento de algunas categorías teológicas como omnipotencia, creación «ex nihilo» y prioridad del devenir sobre el ser.