¿No nos encontramos envueltos todos por tópicos que pudieran no ser de hecho más que una cortina de humo que vela nuestros ojos y nos impide ver las realidades? Las polémicas que ciertas cuestiones engendran, el modo de tratarlas, el descuido de otros temas que afectan de más cerca a los ciudadanos ¿no acaban siendo un modo de tenernos distraídos, satisfechos, ufanos, en un mundo falsamente etéreo? ¿Y si saliendo de las líneas que nos han trazado, zahiriésemos los idola de la tribu? Sería quizás un modo de refrescar nuestras mentes, de sacudir la trama polvorienta de nuestras ideas, de enfrentarnos por un momento con realidades más prosaicas que nos conciernen a todos y que, por pereza o cansancio, habíamos dejado en cuasi-olvido. Conviene rendir pleitesía al racionalismo también en las cuestiones prácticas expulsando de nuestros cerebros vanos fantasmas.