Con Diario sin Días se presenta el autor al mundo editorial. Está escrito en forma de diario, pero con la peculiaridad de que fue creado antes de nacer, gestado en la confortabilidad y la candidez del útero materno, donde todo se siente y se percibe desde el amparo, el abrigo y la protección que da vivir en el seno de una madre. Pero no por ello se deja de sentir con fuerza el pálpito incesante, y a veces desmesurado, de los días como un corazón latente, taquicárdico y enloquecido que no para. Desde aquí todo se pude mirar sin ser visto, sentir el pulso de los días, el paso tumultuoso de la realidad, el sonido atronador de los recuerdos, el pulso acelerado del tiempo. Sentir, sentir, sentir? Unas veces el autor mira con los ojos inexpertos de la inocencia, sin salpicarse, sin ensuciarse, sin dolor? con alegría, llevado por las sonoras carcajadas y el alborozo de la felicidad que da vivir, y otras veces su mirar se llena con el poso incrédulo que depositan los años en la mirada. Desarraigado, sin destino. Las palabras vertidas en Diario sin Días son el resultado de excavar, de sondear, de rebuscar en lo más profundo de las entrañas del poeta. Registra en su interior y da a luz, al modo de la mayéutica, lo que allí se encuentra entablando un diálogo consigo mismo. Todo está dentro, lo único que hay que hacer es sacarlo a la luz, al exterior. Dar al luz palabras sin haber sido expulsado a la luz todavía?