La tímida asistente social Sandy Davis sólo tenía un vicio: al oscurecer, espiaba a sus vecinos durante sus momentos más desinhibidos. Noche tras noche, detrás de cada ventana, en cada dormitorio anónimo, Sandy encontraba material para sus fantasías más salvajes. No hacía daño a nadie. Era sólo un juego. Nadie se iba a enterar. Hasta que una noche sonó el teléfono «Has sido una niña mala.» Él se hace llamar Justice, y también tiene una afición: observar cómo Sandy observa a los demás. Tiene fotos que lo demuestran. Ahora le toca jugar a él.