Argumento de Diario de Una Rubia
El autor del presente libro es un narrador capaz, no solo de crear, a partir de la realidad, maravillosos relatos, como nos demostró en su anterior libro, Leña y Papel, que tuve el honor de prologar y presentar, en el que -estoy convencido de que la comparación es ajustada- equiparé su quehacer narrativo con el de uno de los mejores escritores de relatos de la España del pasado siglo XX: Ignacio Aldecoa. Esa obra anterior, excepcional, da ahora paso a esta otra, más testimonial e imbricada en la cotidianidad de una labor en la que también, durante años, fue un gran profesional: su actividad como bancario, que no como banquero, términos aparentemente similares, pero con ciertas diferencias, pues uno define un trabajo y otro una posición. En esta obra cuyo título está lleno de sugerencias, el autor da un salto sobre la realidad que retrata, dotando de pensamiento y capacidad de observación a una moneda que fue el emblema económico de España durante una gran parte de nuestra Historia. Una moneda, la peseta, a la que jubiló el común euro, instalado para bien o para mal, en nuestras vidas. En esta personalización literaria el autor hará que la rubia -como se llamaba en términos castizos a la peseta- nos transporte al mundo cotidiano de los trabajadores de la banca y la gente que va y viene a sus oficinas, a la vez que creará ensoñaciones y evocará un tiempo y un espacio perdidos, conservando la memoria de sucesos, lugares y compañeros de vida. Un libro entrañable y original que nos hace ver que nada es permanente y vivimos en la incertidumbre. Y que el pasado, probablemente, es siempre más nuestro que el futuro.1