En el atardecer llegó tu voz anhelante: «No te tardes, Amor, te necesito». Y las palabras del clásico, tantas veces repetidas desde el origen de las lenguas, sonaron en mis oídos como música nueva, como mensaje desconocido hasta ese momento. El eco de la voz amada resonaba en mi interior y estimulaba todos mis sentidos: no te tardes, Amor, te necesito...