Se trataba de un dietario de viajes, es decir, la anotación que dicho señor registraba cada vez que emprendía un desplazamiento que le llevaba fuera de Valencia. Es un diario que abarca desde 1842 hasta 1895, contiene casi mil páginas manuscritas y en ellas, el autor, José Inocencio de Llano, se relataba las vicisitudes de sus viajes. Indudablemente, sus desplazamientos a lo largo de cincuenta años fueron a destinos muy variados, no sólo al Grao o a lugares cercanos, sino también y principalmente a París y Londres, a Portugal o a Irlanda, por ejemplo.á Hijo de Francisco de Llano (que fue alcalde de Valencia en distintas ocasiones), José Inocencio tuvo una vida acomodada y se condujo como correspondía al miembro de una familia de comerciantes, como el vástago de un linaje de mucho rumbo. Era un burgués valenciano que se sabía europeo, que quería vivir y viajar como un cosmopolita, que quería disfrutar honestamente de los placeres que la sociedad le ofrecía. Resultaba un personaje atractivo, desde luego, y más aún si tenemos en cuenta que contrajo nupcias con Elena Trénor, la hija de una importante dinastía mercantil de origen irlandés afincada en Valencia.
Después de haber escrito nuestro texto sobre el tren ( Vítores y pedradas. La imagen pública del ferrocarril en la Valencia del Ochocientos ) decidimos escribir una primera aproximación al autor, al diario y a lo que en sus páginas se contaba. El resultado fue un artículo extenso que titulamos Destinos familiares. Diario de un burgués bien acompañado , publicado como capítulo en un volumen colectivo que la editorial Cátedra ha dedicado a la Historia de las mujeres en España . Nuestro texto abordaba la recreación de este viajero, de su familia, de sus relaciones, de su forma de vida, de su parentesco, de sus mujeres (la madre, la esposa, la suegra.). De lo que se trataba era de mostrar cómo vivía un varón burguésá en la Valencia del siglo XIX, cómo organizaba su hogar y por qué emprendía aquellos largos desplazamientos que le llevaban a tantas ciudades europeas. Viajaba en diligencia, en vapor, en ferrocarril y se conducía con una actitud resuelta y mundana, como antes decía.áá
La idea del libro surgió a partir de la confianza que en nosotros, en Anaclet Pons y en mí, depositaron los responsables de la editorial Gratacels. Leyeron nuestro texto primitivo ( Destinos familiares. Diario de un burgués bien acompañado ) y pensaron que el argumento merecía todo un libro. Creyeron, sin duda, que el caso de José Inocencio de Llano era muy ilustrativo sobre los modos, sobre las maneras con que enfrentaban la existencia unos burgueses valencianos bien adaptados al mundo industrial y comercial del Ochocientos. áLos responsables de Gratacels vieron la importancia del caso, confiaron en nuestra capacidad y solvencia, cosa por la que les estamos muy agradecidos, y nos invitaron a escribir un volumen extenso, enteramente dedicado a narrar, a analizar esa vicisitud viajera y a relatar esa red de conocimientos y de relaciones familiares que hay detrás de José Inocencio de Llano, un volumen, además, que cuenta con ilustraciones que ayudan a familiarizarnos con aquel mundo. Hay fotografías de la época, hay grabados, hay un apoyo gráfico que no es mero soporte, sino parte decisiva del libro. Creo que sobre la viabilidad del volumne supimos convencer a Gratacels echando mano de nuestro propioá entusiasmo: este burgués y su familia nos invitaban a un pesquisa más amplia. Por eso hicimos acopio de todo tipo de fuentes históricas, completando noticias e información sobre el mundo burgués del siglo XIX y sobre este individuo en particular.áá
El ejemplo de Llano muestra una determinación cosmopolita, una apertura a Europa, con ese toque mundano y resolutivo que tantas veces se ha negado a nuestros empresarios, propietarios y rentistas. José Inocencio no pertenecía una círculo estrecho, rural o arcaico. Era un individuo conocedor de los avances de su tiempo, de las novedades. Viajaba por toda Europa, generalmente acompañado por su tío Juan Bautista White (otro comerciante de origen irlandés, como los Trénor). Ambos lo hacían por placer, rodeándose del confort que Londres o París ofrecían, pero se desplazaban también para realizar determinadas gestiones de la empresa familiar: la White, Llano y Morand. Aquella Europa era un Continente de contactos y de relaciones mercantiles, de información privilegiada y de novedades, de ensayos y productos de los que todo industrial o comerciante de postín debía ser sabedor. José Inocencio anotaba los sitios a los que iba, los hoteles en los que se hospedaba, los restaurantes a los que acudía, los teatros que frecuentaba. Llevó una vida regalada, disfrutando como un rentista, cierto, mientras su padre permanecía en Valencia al frente del negocio o en su escaño municipal.á áPero José Inocencio también registraba en el diario los nombres de los socios a quienes visitaban, los amigos valencianos que encontraba por aquella Europa burguesa. Nuestro libro, por ejemplo, recoge ampliamente el muestrario de esos apellidos ilustres. Los actuales descendientes de aquellas buenas familias encontrarán en nuestras páginas a sus antepasados.
La prosa del dietario es enciclopédica, a veces prolija, a veces escueta. En todo caso, el diarista sabía observar y anotar, sabía escribir del mundo que le interesaba o en el que se desenvolvía. Salvo algunas páginas memorables, de las que damos cuenta en el libro, las guerras o las revoluciones tienen poco eco en su manuscrito. ¿Por qué razón? La observación de aquel burgués -como la observación de cada uno de nosotros- no es un proceso objetivo que detalle de manera exhaustiva lo que hay: es, por el contrario, una percepción hecha con sus propios recursos culturales. Él ve sólo lo que su educación le permite ver, las evidencias que le son diáfanas. Lo que le incomoda o no entiende o no desea enfrentar, simplemente lo ignora. Con ello no se miente; con ello escribe valiéndose de su propia cultura de varón refinado y distinguido. Él noá mira el mundo como un narrador naturalista ni como un escritor costumbrista. Simplemente escribeáun ejercicio al que se obliga para elaborar su propio álbum de recuerdos; para fijar sobre el papel una Valencia y una Europa que le deslumbran y a las que tan fácilmenteá se acomoda.á
Han sido meses, que digo meses, años de esfuerzo documental y reflexivo, de pesquisa erudita y examen, y el resultado creo que es muy satisfactorio. Es una reconstrucción de caso, al modo de la microhistoria, un caso que nos permite apreciar el mundo tal como él lo vivía, viajando de su mano, en la diligencia, en el ferrocarril o en vapor, visitaremos París o Londres, nosá hospedaremos en los hoteles más refinados. Almorzaremos en los restaurantes más exquisitos y asistiremos a las representaciones teatrales más concurridas. Es el nuestro un libro de historia cultural en el que se distinguen los marcos de percepción de un burgués, incluso los propios dibujos que él realizaba y con los que trataba de hacer su Álbum de recuerdos. De aquellos burgueses refinados, justamente, vienen nuestros hábitos actuales: el ocio, la vacación, el turismo, el viaje formativo, entre otros actos civilizados. No se lo pierdan.á
Hoy, en una reunión organizada por la editorial, anunciamos a los libreros y distribuidores la aparición de nuestroálibro: Diario de un burgués. La Europa del siglo XIX vista por un valenciano distinguido. Yo, por mi parte, les adelanto a todos ustedes lo que han sido meses de pesquisa y de entusiasmo. Volveré sobre ello. De momento, aprovecho además para informarles del acto público de presentación del volumen que tendrá lugar dentro de unos días, el 29 de noviembre a las 19,30 horas en los Salones de la Sociedad Valenciana de Agricultura (calle Comedias, 12), un local que nuestro viajero frecuentó en su tiempo. El recinto noble de la Sociedad nos permitirá experimentar un regreso: el retorno a un mundo ya desaparecido, entre cortés, elegante y distinguido, y que allí se conserva milagrosamente. Ese día les esperamos a todos ustedes.