Argumento de Diario de los Asesinos: órgano Oficial de Acuchilladores y Ladrones
Encuadernación: Rústica
Colección: Zodiaco Negro
Un misterio envuelve el Diario de los Asesinos, del que poco o nada sabemos. A lo sumo, una serie de datos que generan una fascinación que, en este caso, se encuentra plenamente justificada. Este periódico, publicado en Lyon en 1884, es una rotunda joya literaria de la que ignoramos la identidad real de esos redactores que se escondían bajo los nombres de infames asesinos como Troppmann o Walder. Sin embargo, sospechamos que, ocultos en ese anonimato por otro lado comprensible, estaban las hábiles plumas de grandes escritores, todos ellos familiarizados con la sátira, la broma macabra y la mejor tradición noir de la literatura europea.
Estamos ante uno de los periódicos más insólitos y salvajes de todos los tiempos. En sus páginas, encontramos odas a la guillotina, anuncios y ofertas de empleo para forzudos estranguladores, bandas de atracadores y «asesinos de buena voluntad», mientras se entona su sangriento himno La Marsellesa de los Asesinos («¡A las armas, acuchilladores!», exclama). Hay proyectos para levantar monumentos en honor de criminales, consejos e instrucciones para cometer robos («Billetes de banco en el jergón. Vieja, completamente sorda pero no muda; se le puede cortar el cuello» o también «Los moldes de las cerraduras son fáciles de hacer. El propietario está casi siempre ausente. No obstante, llevar un puñal»), así como sus fantasmales directores aseguran contar con el apoyo de Víctor Hugo o Balzac, entre otros, «para la organización de un ataque nocturno al ayuntamiento». Pero hay más, mucho más: lanzan un «Manual del perfecto asesino» y, al igual que Thomas De Quincey, relatan acaloradas reuniones de una supuesta Sociedad en Apoyo al Acuchillamiento Francés, afirmando incluso que existen ahorcamientos dignos y valientes, como aquel que «se ahorca en las ramas más altas de los robles a pleno sol y de cara al público», mientras otros, en cambio, son del todo vergonzosos y faltos de franqueza: un hombre que «harto de moler a palos a sus hijos, se ha colgado de una cuerda sujeta a un clavo. Un detalle horrible: se hallaba de cara a la pared». El Diario de los Asesinos es hilarante, deliciosamente cruel y, sobre todo, divertidísimo.0