Seguí dedica su libro a Georges Bataille y, en recuerdo de este «frecuentador de bibliotecas y burdeles», concibe a su protagonista desplazándose en los mismos contextos y, al igual que Bataille y el propio Seguí, deseando y realizando el deseo de la escritura.
Desde la atmósfera de disciplinado silencio de la Biblioteca, donde trabaja el joven estudioso de novelas eróticas clásicas, obsesionado por la inquietante presencia de una muchacha, entre ingenua y perversa, que acaba por conducirle a la máxima transgresión, hasta el enrarecido y desordenado dédalo del Barrio Chino, sus bares y sus burdeles, Josep-Lluís Seguí consigue arrastrarnos con él a la vivencia de íntimos y ocultos íncubos.