«Le gustaba cómo la miraba, con unos ojos de un azul tan transparente que parecía posible vislumbrar algo detrás de ellos. A veces se lo preguntaba; Teresa Marquès se preguntaba qué podía haber detrás de unos ojos como los de su marido (¡su marido! ¡pero qué gracia!): ¿quizás había un pasado? ¿un futuro, un olvido y un destino? Teresa no era capaz de encontrar la respuesta, pero le daba lo mismo, porque aquel azul era como para pintarse la vida entera con él. Una vida Azul Silvestre. La que por fin había llegado.»