¿Qué es aprender, y enseñar? ¿En qué queremos o deberíamos querer convertirnos cuando nos enseñamos y aprendemos? Y ¿cómo habría que hacerlo?, ¿de qué manera una buena enseñanza llega para quedarse en la mente y el cuerpo de uno? ¿No necesitamos saber, para todo eso, qué somos y qué nos conviene, por tanto, hacer y padecer, según decía Sócrates? ¿Empieza la educación por el conócete a ti mismo?, ¿o quizás acaba ahí?, ¿o ambas cosas? Pero ¿hay, en realidad, algo así, algo que por esencia somos ya pero a la vez no somos todavía, y que queremos, aunque a la vez no creamos querer, llegar a ser del todo? ¿No es, más bien, que la educación nos inventa, y no que nos descubre? Y, si es que somos ya algo antes de llegar a serlo, ¿qué es eso?: ¿un nudo de deseos dotados de una diestra pero peligrosa sierva, la razón; una soberana voluntad que elige entre los motivos que sus consejeros le presentan; o una inteligencia que busca el conocimiento de lo mejor, y solo hace daño y se hace daño por ignorancia? A lo largo del diálogo, dos amigos filósofos, antiguo maestro y antiguo alumno, encuentran y discuten varias de las respuestas que al pensamiento se le ocurren ante esas preguntas. De todas quieren quedarse con lo mejor, y no con todo.