El diagnóstico analiza la situación y las expectativas de la empresa para evaluar su capacidad para competir, tomar decisiones y formular planes. Su estrategia y la relación con el entorno deben enmarcar el diagnóstico para conocer lo que ha sucedido y comprender el comportamiento de la actividad. La secuencia de analizar para comprender, comprender para saber, saber para prever y prever para actuar evita los errores del análisis rutinario.
Como parte del diagnóstico se inscribe el económico-financiero, que aborda áreas tales como el crecimiento, la rentabilidad, la productividad de procesos y recursos, la liquidez, la solvencia, la estructura de financiación, el valor y el riesgo. Pero además, este análisis especializado apoya al diagnóstico general, puesto que toda actuación de la empresa repercute sobre sus estados contables. Como los síntomas identificados en dichos estados reflejan problemas y oportunidades operativos es imprescindible contemplar las características de su actividad, representadas por los factores clave de éxito: los que deben comportarse de manera excelente y anticipar los resultados financieros. Por ello, el análisis evalúa la razonabilidad de esos factores, la capacidad para alcanzarlos, su cumplimiento y su relación en la ecuación económica de los resultados.
El análisis utiliza el concepto de ratio o relación entre dos variables simples o compuestas que amplía la información dada por ambas, siendo útil descomponer cada indicador en otros más elementales. Este desglose, que establece relaciones de causa y efecto, integra los indicadores en una pirámide en la que cada uno es de resultados, explicado por otros, y, a la vez, es causal de los ratios que justifica.
En resumen, el diagnóstico debe incluir: la totalidad de la empresa y de su entorno; la perspectiva temporal; las hipótesis que se deben contrastar; y la síntesis para tomar decisiones.