En estas memorias encontramos la visión privilegiada del siglo XX chileno de Aída Figueroa, una mujer que lo vivió, lo disfrutó y lo padeció. A los quince años viajó a Alemania. Llegó cuando estallaba la Segunda Guerra Mundial. De ahí en adelante vivió cerca de las corrientes de la historia. Viajó a la Unión Soviética cuando terminaba la era de Stalin, y a continuación recorrió China, pocos años después del triunfo de la revolución liderada por Mao Tse Tung. En Chile fue amiga de Salvador Allende, de Pablo Neruda y de otros líderes históricos de la izquierda, y conoció a algunas de las creadoras de movimientos feministas, como Elena Caffarena, Olga Poblete y Amanda Labarca.