Todo intento de preparar al espectador para el impacto emocional que produce este texto está destinado al fracaso, a la pequeñez. El relato de María Luján es tan sentido, tan desde las tripas, que uno no puede sino vivir en estas páginas toda su experiencia. En este potente libro, Rey nos cuenta en primera persona, de primera mano y en primer dolor, todos los sucesos desde ese día hasta hoy. Leerlo es entender y darnos la posibilidad de acompañarlos en su lucha. María Luján y todos los familiares de las víctimas se convirtieron en héroes. No sólo en gente a la que yo debía acompañar en su reclamo de justicia, sino también gente de la que debía aprender. Aprender a no bajar los brazos. Aprender a aguantar el insulto de muchos y el escrache estatal. Aprender a soportar con hidalguía las muestras de miseria humana. Aprender a luchar contra la injusticia y la mentira. Ellos son héroes por una sucesión de hechos evitables y delictivos que desembocaron en que la historia les tocara el timbre. Están solos. Necesitan de nuestra ayuda y compañía. Debemos estar presentes y no debemos olvidar. Querida María Luján, gracias por este libro. Gracias por dejarnos seguir aprendiendo. Fragmentos del prólogo de Juan José Campanella