A todos ellos, se les invita a des-educarse. Porque crecer como personas no consiste solamente en adquirir nuevos conocimientos o experiencias. Hay ocasiones en que lo que hace falta es vaciar la mochila, ponerlo todo encima de la mesa y ver qué sirve y qué no.
Des-educarse es interrogarse uno mismo, efectuar una lectura completamente nueva de nuestro bagaje cultural, incorporar perspectivas jamás contempladas, desmontar numerosos tópicos... No significa destruir los conocimientos acumulados hasta ahora, sino interpretarlos de otro modo y cuestionarnos formas de vida y de relación que hemos ido instaurando y que no facilitan el encuentro entre las personas ni el entendimiento entre los pueblos. Representa, en último término, una llamada a la sensibilidad y a la creatividad, a buscar nuevas maneras más personales, gozosas y solidarias de vivir y actuar.