Todo empezó cuando recibí esta extraña invitación de la Watemberg para la inauguración de su galería en Madrid con una escultura que no debía ser vista por los invitados ni por la crítica. Me despertó un inusitado interés por el para mí desconocido Expósito, tanto como para que tres años después me vea publicando la autobiografía no autorizada del artista a quien no llegué a conocer en persona, alguien desde ese acto inaugural desaparecido sin dejar el más mínimo rastro, ni siquiera el de su fallecimiento, por otra parte algo muy propio de quien se supuso nacido por generación espontánea. Lo que sí puedo asegurar con total certeza es que perplejo seguí la pista y contemplé con asombro e interés la mayor parte de sus esculturas, escaleras de mano siempre en un equilibrio imposible entre la lógica y el disparate, siempre en busca de la perfección esquiva de un gesto definitivo. De seguir vivo Jesús Expósito estará a punto de cumplir los cien años y si llega a leer este libro le suplico me perdone.
R.G.G.