Selección y nueva traducción de Javier Marías
El nombre de Robert Louis Stevenson (1850-1894) suele ir básicamente asociado a cuatro cosas: la prosa, las aventuras, la enfermedad -la lucha contra ella- y el exotismo, cuando aún existía de verdad. Algunos añadirían gustosos (aunque varios de los términos casi la implican) que también a la adolescencia, a los sueños de un tiempo de la vida corto... Que eso es verdad no sólo lo prueba buena parte de la obra del propio Stevenson, sino el recuerdo biográfico de muchos de sus lectores. Por mi edad, conocí todavía a Stevenson en una versión radiofónica -estupendas voces- de La isla del tesoro.
Literalmente no me cansaba de oírla y esa versión me llevó, después, al libro. Aún recuerdo, con el genuino estremecimiento de la aventura y del peligro, la canción que Jim le oía a Silver en la posada del Almirante Benbow: «Quince hombres sobre el Cofre del Muerto / yo ho ho / la botella de ron...». Para mí esa canción -más larga, claro- era la vida que estaba fuera, mágica y lejos. Ya adulto, me enteré de que «El Cofre del Muerto» (yo lo oía en minúsculas) era una pequeña isla del Caribe frecuentada antaño por piratas y filibusteros.
El realismo me gustó un poco en este caso, pero esa cancioncilla, ¿no es poesía?
A veces se habla de la poesía de los novelistas.
Casi todos damos por más natural (tenga el valor que tuviere) la prosa de los poetas, que, habitualmente, no sorprende o lo hace poco: muchos poetas han escrito o escribimos prosa.
Pero ¿escriben poesía los novelistas, de verdad?
Del Prólogo de L. A. de Villena
Reseñas:
«Como el de Montaigne o el de Sir Thomas Browne, el descubrimiento de Stevenson es una de las más perdurables felicidades que puede deparar la literatura.»
Jorge Luis Borges
«Ningún hombre al que sólo le importara escribir escribió nunca tan bien como Stevenson.»
G. K. Chesterton
Blog de Javier Marías:
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