De bien nacidos está escrito con la voluntad de cantar y agradecer a quienes me acompañan en este hermoso camino. También con el deseo de comprender el misterio de la vida y de la muerte, visto a través de la mirada del corazón, de los afectos, de lo intangible.
El resultado: una llamada al desacato contra el triste egoísmo dominante, contra el miope materialismo, para valorar la presencia y el aliento de quienes nos rodean.
Por último es un retrato social que refleja la inmensa generosidad de las personas humildes que derraman amor a raudales y que hacen de la vida algo hermoso.