A lo largo de la historia del pensamiento occidental, y también actualmente, se puede percibir que la tradición negativa contra la curiosidad siempre ha estado ligada a epistemologías más lineales y racionalistas, mientras que su valoración positiva se abría a formas de pensamiento más complejas. Quizá por eso no resulte sorprendente la cantidad de rebrotes de interés a propósito del tema de la curiosidad que hay en la actualidad. No se puede negar que se trata de un asunto que vuelve a la escena con inusitado vigor.
La investigación llevada a cabo conduce a reconocer que existe una enorme marca patriarcal en el origen y a lo largo de toda la tradición negativa contra la curiosidad. Esto obliga a considerar que el tema «curiosidad» representa una especie de locus referencial privilegiado para constatar aspectos básicos de la deformación del pensamiento occidental: la razón occidental es profundamente antifemenina. Por otra parte, esta búsqueda lleva a descubrir tres líneas de profundización que se muestran como imprescindibles: la curiosidad que aprende, la curiosidad estética y la curiosidad solidaria.