La vitalidad del Movimiento Libertario, con su frenética actividad propagandística, cultural y educativa, favoreció la creación de centros de enseñanza, sobre todo en Cataluña, Madrid, Aragón y Valencia, a pesar de la situación que se vivía, como consecuencia del conflicto bélico. La Revolución de 1936 propició no sólo mejoras en el aspecto económico y social, sino también en el terreno de la cultura y la educación. Cultura para todos y todas fue la consigna y el capital humano de la Confederación se puso manos a la obra.
Surgieron por doquier iniciativas muy interesantes, muchas de ellas pioneras. El Consejo Local de Cultura, el Instituto Ferrer, la Escuela Politécnica Confederal, las Escuelas de Capacitación Profesional, las Escuelas racionalista de los Ateneos Libertarios y de las Colectividades, las Colonias escolares libertarias, la Escuela Unificada y los Centros educativos, creados por las Juventudes Libertarias y Mujeres Libres, entre otros, fueron buena prueba de la energía y de la eficacia del Movimiento Libertario. Lamentablemente los proyectos se vieron frustrados por el triunfo de la reacción, que no sólo los abortó sino que además represalió a sus protagonistas.