Pero las reflexiones críticas abundantes en el siglo XX, de Benjamin a Marcuse o Adorno, han puesto el énfasis sobre una cierta o notable responsabilidad de la Cultura en un horizonte que merece un diagnóstico marcado por la evidencia de la crueldad y el sacrificio del Otro. La prepotencia eurocéntrica parece no solo desautorizar otros marcos socioculturales cualificados genéricamente como bárbaros, sino que pretende sacralizar un mundo abocado a la soberbia tecnocientífica en detrimento de otras posibles y necesarias proyecciones humanas.
¿Cuál es el vínculo entre estos dos aspectos en el siglo XX? ¿Quiénes fueron los aventajados vigías de la hecatombe? ¿Cómo podría desactivarse la función demoledora y alienante de lo cultural?... Tales son algunas de las cuestiones que se plantean en este libro.