Como ocurre con sus novelas, los cuentos y estampas de Antonio Reyes Huertas (Campanario, 1887) , se sitúan en el territorio del costumbrismo, corriente literaria que se mueve en los niveles superficiales o profundos del folklore, atraída por modos de vida en lo que estos tienen de gregario, persistente y local. Tanto los primeros, que contienen tramas narrativas abocadas hacia un desenlace, como las segundas, en que los personajes se convierten en "tipos" y los espacios en "cuadros", nos dan la imagen de una Extremadura campesina como un mundo reglado en peligro de desaparición ante el avance del progreso urbano. Junto a la denuncia de los graves problema de este entorno (seres desvalidos víctimas de la crueldad aldeana y del abandono institucional), sobresale la acusada predilección "intrahistórica" del autor por los humildes oficios de supervivencia: vendedores ambulantes, chalanes, molineros, pastores, loberos, segadores, espigadoras.