Ni abstractos ni alegóricos, sin embargo, del total de estas historias podría deducirse la alegoría moral de la manera de ser chilena.
La (prosa) de Varas es buena, no a lo Flaubert ni a lo Azorín, sino como el arte elemental y casi descuidado de juntar bien una palabra con otra, y ésta con la siguiente, de modo que el pensamiento se deslice con fluidez y transparencia. Su espontaneidad nos recuerda a Ernesto Montenegro y a Olegario Lazo, solo que Varas es más informal y suelto, a la manera de la prosa 'desescrita' de Cortázar.