El beato John Henry Newman, cauteloso a la hora de exponer sus propias opiniones sobre el asunto, toma como referencia principal los textos sagrados y, a partir de ahí, los escritos de los primeros padres. Este escrupuloso esfuerzo por mantenerse dentro de los límites de lo seguro es garantía de seriedad y prudencia en el tratamiento de una cuestión tan manoseada como incomprendida.
Los sermones que componen esta obra (El tiempo del Anticristo, La religión del Anticristo, La ciudad del Anticristo y La persecución del Anticristo) fueron predicados durante los cuatro domingos del tiempo de Adviento de 1835. Con ellos John Henry Newman no desea más que extraer un bien objetivo de lo que para algunos representan unas consideraciones inquietantes. El creer que una persecución aguarda a la Iglesia puede actuar como un freno sobre nuestros corazones rebeldes y egoístas, sea que ésta tenga lugar en nuestros días o no, escribe.
Además, la propia naturaleza de los textos, unida a la reconocida maestría literaria de Newman, es garantía de claridad expositiva. Una circunstancia realmente extraña en la mayoría de las aproximaciones a esta cuestión.