Gracias a él, conoce al misterioso Vadim, un hombre que no duda en expresar a los cuatro vientos un odio irracional hacia todos los periodistas del planeta y que mantiene una férrea protección en torno a Sergei.
Tratando de ocultarle a Vadim lo que hasta hace unos meses fue su ocupación, Marianne se deja llevar por la atracción que los une y empieza a descubrir que la pasión no es un sustituto del amor, pero puede ser una puerta para dejar entrar sentimientos que prácticamente había olvidado.