¿Puede el habitual sonido de un timbre convertirse en algo que nos haga saltar de la silla e incluso ponernos a temblar? Al parecer, sí. Puede tratarse de un vecino molesto, de alguna propaganda o de un vendedor nada deseado. E incluso puede tratarse de algún hecho inexplicable. Si, además, tienes unos vecinos un poco pesados... pues te encuentras con que le has cogido manía a los timbres.