En la presentación de estos textos, José María Díez-Alegría afirma que son memoria pletórica de sentido, de fuerza, de suavidad, de dolor, de comunicación de vida y de afectuosa identificación con los pobres y oprimidos del Araguaia. Su autor -sigue diciendo- es uno de los obispos contemporáneos que más ha conseguido hacer realidad la consigna de Jesús a sus discípulos: Vosotros, no os dejéis llamar rabí, porque uno solo es nuestro Maestro; vosotros sois todos hermanos. No llaméis a nadie padre vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo. Ni tampoco os dejéis llamar instructores, porque uno solo es vuestro Instructor, el Cristo. El mayor entre vosotros será vuestro servidor (Mt 23,8-11).
Memoria de sufrimiento y de compromiso. Memoria de fidelidad al evangelio y a los pobres. Memoria preñada de la esperanza del Reino.