En el siglo X, Córdoba era la capital del Califato Omeya de al-Andalus. Una ciudad que en número de población, riqueza y belleza sólo era comparable con Bizancio o Bagdad, las dos grandes ciudades de aquel tiempo. Córdoba era considerada la capital del saber. Tenía grandes bibliotecas y escuelas donde impartían sus enseñanzas sabios y maestros venidos de todos los lugares del mundo. Esta capitalidad cultural fue posible gracias al interés que mostraron por la cultura los emires y califas omeyas. Entre todos destaca como uno de los mayores impulsores del saber en Córdoba, al-Hakám II, califa de Córdoba del 961 a 976, descendiente y sucesor del gran Abdarrahman III al Nasir (El Victorioso)
Fue al-Hakán un mecenas activo que supo atraer a la corte y a la ciudad a músicos, artistas, eruditos, traductores y poetas de todo el mundo. Creó una gran biblioteca en Córdoba con más de 400.000 ejemplares sobre todo tipo de materias.