Los grandes ideales políticos nos prometen sentido para nuestras vidas, justicia para el pueblo, un futuro feliz y perfecto. Y, sin embargo, los ideales son peligrosos. Lo que hacen por nosotros lo hemos pagado siempre extremadamente caro. Su supremaciía surante los últimos siglos arroja un balance estremecedor: violencia, asesinatos en masa, guerras totales, terrorismo, limpiezas étnicas, campos de concentración, exterminios, genocidios... Parece que la profundidad de la fe en los ideales es directamente proporcional a la crueldad y el horror que se utilizan para hacerlos realidad.
Cada uno de los grandes ideales analizados en este libro; emancipación, autenticidad, democracia, son el centro de constelaciones ideológicas y movimientos muy diversos: nacionalistas, fascistas, racistas, fundamentalistas, terroristas islámicos, imperialistas ilustrados, cristianos milenaristas y providencialistas, neoconservadores. A pesar de las diferencias que existen entre ellos algo les une: cómo creen lo que creen. Sus ideales son absolutos, ciertos e ineludibles. Guiados por una fe ciega, los militantes del exceso suponen que algo más alto está de su lado: un dios, una ciencia exacta, un racismo científico, unas raíces ancestrales, una identidad indudable, la libertad de todos.