Tan consustancial como el mundo o la materia a las ciencias fisicoquímicas, es a la teología cristiana la persona, componentes y misión de Jesús. Venido en la plenitud de los tiempos, polariza la atención de los dos Testamentos. Centro de la economía de la salud, une con su muerte las dos vertientes de la historia. El Mesías anunciado por los profetas, ¿era Dios o simple hombre? ¿Era «anthropos», en cuanto Dios, o viceversa? ¿Anunciábase como absoluto o relativo «theos»? A tales preguntas respondían San Pablo, San Juan y la generación contemporánea de los apóstoles. Y poco después los presbíteros de Asia, los fundadores de las tradiciones teológicas, sensibles, v.gr., en Clemente Alejandrino y Orígenes. Los primeros escritos postapostólicos son de circunstancias, y no abordan el estudio sistemático sobre la persona, constitutivo y obra de Jesús. Hay que llegarse hasta Ireneo para descubrir, entre eclesiásticos, una doctrina compleja, sistemática, sobre los misterios de Cristo. Para entender a fondo la cristología sistemática de los primeros teólogos eclesiásticos es indispensable el conocimiento de los grandes herejes contemporáneos, en especial de los llamados «gnósticos».
Esto era muy sabido, y, «grosso modo», nadie lo discute. Mas ninguno parece haberse dedicado a examinar el pensamiento herético en toda su complejidad. Había sus razones: a) los gnósticos resultan oscuros y están muy fragmentariamente representados; b) ¿hubo una cristología gnóstica digna de ese nombre? El Salvador de los sectarios evaporaba el alcance obvio de la Escritura, para convertirse en mito. ¿Merece la pena devolver, por medio del análisis, a la historia elementos tan artificiosamente depauperados? Hasta ahora, la respuesta, no formulada por los críticos, ha sido escéptica y aun negativa.
El P. Orbe ha consagrado muchos años a la teología heterodoxa de los siglos II y III. La ha estudiado con amor y esclarecido puntos capitales, llegando a la conclusión de que en los grandes problemas eclesiásticos y herejes tienen muchos puntos de contacto.
Esta Cristología gnóstica que hoy presenta la BAC esclarece, de rechazo, los grandes temas de los primeros Padres de la Iglesia, y restituye muchos que, sin una perspectiva abierta por igual a sectarios y ortodoxos, no cabe siquiera formular.
La mayor novedad de la obra del P. Orbe descansa en la riqueza de premisas y cuestiones interesadas en la primerísima soteriología, débilmente recogidas por solas tradiciones literarias entre los modernos exegetas y teólogos.
La índole analítica de este estudio, sobre una documentación tan abundante como nueva, da a la obra un especial interés para cuantos, amigos de ir a las fuentes y replantear problemas, se resisten a saltar, de golpe, de los escritos neotestamentarios a los Santos Padres.