En esta novela que rezuma literatura, arte y humor en cada una de sus páginas (al tiempo que cumple con los cánones de toda buena novela de suspense), Tomás GarcíaYebra descoyunta un mundo en el que se quiebra el tiempo y donde se desdibujan las fronteras entre la realidad y la ficción. Pero sobre todo, debajo de la sonrisa y las carcajadas que produce Los crímenes del Museo del Prado novela paródica y esperpéntica nada al uso y políticamente más que incorrecta se esconde una honda reflexión sobre la banalidad del hombre, su ambición desmedida, la finalidad de toda obra literaria, la omnipresente cultura de la imagen y esa gangrena que es el periodismo sensacionalista.