Estas Cartas pastorales fueron escritas en medio de una sociedad en la que ya se percibía el crecimiento de la indiferencia religiosa y donde era fácil observar signos cada vez más claros de un alejamiento progresivo de Dios y de la fe cristiana. El tiempo transcurrido ha dado la razón al diagnóstico social y cultural que en ellas se hace, y ha hecho que, a pesar del tiempo transcurrido, sus propuestas sigan siendo tan válidas ahora como entonces.
Quienes se adentren en la lectura de estas Cartas se encontrarán con un lenguaje vivo, penetrante, realista, humano, estimulante y esperanzador. Los obispos no imponen su doctrina, sino que proponen su fe: dialogan, escuchan, se hacen preguntas, interpelan. No hablan como vigilantes de la doctrina cristiana, sino como hermanos que quieren ayudar a creer.