Aníbal Turena, ese escritor de origen francés, aunque nacido en Madrid a finales de la década de los noventa del siglo XIX, fue efectivamente, si se le juzga desde los criterios de la sociedad bienpensante, desde el pragmatismo o la racionalidad, un autor fracasado. Pero era encantador y refinado, amaba los objetos bellos y las formas raras, que incluían por supuesto lo exótico; procuraba siempre atender a su vestuario, "incluso con un punto de sofisticación", como el antiguo broche de amatistas que hasta en los momentos más desolados de su vida conservó prendido en la solapa del traje, tal y como alcanzaría a relatar a Luis Antonio de Villena José Bianco, quien afirmó contundente que "Aníbal era siempre un estupendo fabulador de sí mismo".
A. C.