El autor sostiene que las enfermedades y sus síntomas tienen origen en comportamientos determinados.
La enfermedad es una consecuencia de una actitud ante la vida, de olvidarnos de nuestra alma. La enfermedad no es nuestra enemiga ni algo que hay que rechazar; por el contrario, es una reacción inteligente de nuestro cuerpo y nuestra mente, que nos conduce, si estamos dispuestos a escucharla, hacia un estado de equilibrio y de salud del cual nos habíamos apartado. Cada síntoma es pues, portador de una información, de un mensaje sobre el estado de nuestra alma. Nos indica que tenemos un problema, que algo falla, que tenemos una carencia.
¿Qué quiere comunicarme mi alma a través de este síntoma? La verdadera salud es subjetiva y ocurre en el interior del hombre, en la conciencia. Es el bienestar que procede de confiar en uno mismo, de estar espiritualmente conectado a través del amor y de participar en la creación de la propia vida con entusiasmo y alegría. Es nuestro estado natural, la expresión del perfecto orden divino. Nosotros creamos la enfermedad y también creamos la sanación.