Desde el convencimiento de que nada nos puede traer la paz sino nosotros mismos, Emerson se avergüenza de lo rápidamente que nos rendimos ante símbolos, banderas, grandes nombres e instituciones muertas. No estamos en este mundo para expiar ninguna culpa, sino para vivir con mayúsculas una vida salvaje hecha con la flor del espíritu. Conocerse y obedecerse. Absolverse y ayudarse. La confianza en uno mismo convertirá nuestros poderes personales en nuestros dioses mejores.