El Palacio de España en Roma, famoso bastión de las relaciones de España con la Santa Sede, confiesa en estas memorias pétreas sus recuerdos y juicios sobre sus muchos moradores a lo largo de su centenaria vida palaciega, y evoca la importancia del Papado en la construcción de Europa y en particular de España.
Por sus recuerdos y juicio pasan papas, reyes, cardenales, ministros y embajadores que contribuyeron hacer grande su historia y a convertirlo en el Palacio de la Embajada más antigua del mundo.
Su memoria palaciega ensalza a aquellos que supieron cuidarlo y utilizarlo en su importante misión y critica, y a veces vapulea a aquellos otros ignorantes, ineptos, desavisados o perezosos que pasaron por su Palacio dejando mal recuerdo y mermando la gloria y el nombre de España
Los Reyes Católicos, Felipe II y Carlos V, los últimos Austrias y los primeros Borbones atraen sus recuerdos en sus relaciones con el Papado a través de los embajadores que enviaron a Roma para representarles ante la Sede Apostólica.
Carlos Abella y Ramallo ha desempeñado varios y diversos puestos diplomáticos durante cuarenta años ininterrumpidos de servicio a España, desarrollados en cuatro continentes, incluyendo la embajada de España ante la Santa Sede. En los siete años y medio de su embajada ante Juan Pablo II, en el Palacio de España recibió a innumerables personalidades pontificias e internacionales que acudían a las numerosas beatificaciones y canonizaciones, las muchas conferencias y memorables recepciones y conciertos, convirtiéndose de nuevo el Palacio de España en Roma en un gran salón de nuestra cultura en Italia, por lo que al jubilarse recibió la Cruz de Gran Oficial al Mérito de la República Italiana y Juan Pablo II le nombró Gentilhombre de S.S., por lo que, ya jubilado, sigue muy vinculado a la Santa Sede.