"Durante los últimos años, Occidente ha visto crecer considerablemente el interés por el budismo. El atractivo de una antiquísima civilización con rituales mágico-místicos hace que muchas personas se acerquen a él buscando una salida a los problemas de la sociedad moderna industrializada.
Por otro lado, vienen lamas de Nepal y de la India a Occidente, que con sus mejores intenciones, y presuponiendo que la naturaleza humana es idéntica en todas partes, dan enseñanzas e iniciaciones sin tener en cuenta las diferencias de mentalidad y las necesidades y dificultades de los occidentales con respecto de los tibetanos. Desgraciadamente, la manera tradicional tibetana de enseñar y practicar el budismo no es la más fácil ni la que mejor se adapta sin más a la mentalidad de los occidentales, a pesar del supuesto gran entusiasmo que muestran.
Así, en los últimos años continuamente he conocido a personas que, aún habiendo sacrificado muchos años en el budismo, realmente no han echado raíces en él. La práctica del darma (la enseñanza budista) siempre tiene que corresponderse con el desarrollo de la propia mente, porque si no simplemente no funciona.
Mucha gente en Occidente, al comienzo de su práctica budista desea meditar enseguida en las llamadas "deidades", hacer pujas (ceremonias) y realizar rituales. Esto es casi siempre una señal de que se han dejado seducir por cosas externas y ven el budismo como algo fascinante, algo maravillosamente exótico, identificándolo con atracciones externas, como las largas trompetas de la música ritual tibetana".