Lydia Flem, en esta obra de lectura sumamente placentera, narra cómo vació la casa de sus padres tras el fallecimiento de su madre, que completaba su horfandad. A los objetos que le salen al paso, únicamente les depara cuatro destinos posibles: ser guardados, regalados, vendidos o destruidos. Pero, muy a su pesar, cierto sentimiento de culpabilidad va abriéndose paso a través de cada una de sus decisiones. Porque heredar no equivale a recibir un regalo.
Sin duda, se trata de un bello libro destinado a permanecer en la memoria del lector.