A lo largo de estas páginas, Chantal Thomas va estableciendo la topografía de esos espacios interiores que el sabio construye alrededor de sí mismo, a medio camino entre el observatorio y el refugio ante las inclemencias de la vida. La autora inicia un recorrido imaginario, cuyo objetivo no es otro que la melancólica celebración de la existencia, y nos lleva en primer lugar al mundo de la infancia, cuya mezcla de represión y espontaneidad ya fascinó a Rousseau; prosigue con un análisis de la dolorosa conquista de un territorio personal por parte de la mujer, cuyo paradigma está representado por la «habitación propia» de Virginia Woolf, y termina con una hermosa reflexión en torno al viaje y acerca de cómo éste puede convertirse en el auténtico educador de nuestra sensibilidad.
Chantal Thomas no ha querido escribir un manual al uso ni una suerte de «modo de empleo» de la libertad, sino un ensayo protagonizado por el lento poso de la memoria personal y un universo de referencias artísticas y literarias tan variado como enriquecedor.