No, la vida de Bette Robinson no era del todo mala. Veintiséis años, un buen apartamento en Manhattan y, en breve, posible asociada en el banco de inversiones donde trabaja con su mejor amiga. Por eso, cuando decide dejar su trabajo como la chica impulsiva que nunca ha sido, no tiene ni idea de qué hará después. Durante meses su única ocupación es pasear a su perro por Murray Hill, un barrio que no se caracteriza precisamente por su glamour. Y en esas estaba cuando conoció a Kelly, directora de una famosa agencia de relaciones públicas, para la que ahora trabaja. Nada complicado, esencialmente, ver y dejarse ver en todas las salas VIP de los clubes nocturnos más exclusivos de la ciudad. Lo único que ha necesitado es evitar la cara de pasmada que se le ponía al ver rostros famosos, American Express negras, botellas mágnum de champán Cristal, o paparazzis. No, la vida de Bette Robinson tampoco ahora es mala. Pero todo, todo es susceptible de empeorar, pues acaba de convertirse en uno de los personajes asiduos de una columna periodística dedicada al famoseo. Y se ha dado cuenta de que la línea entre su vida profesional y su vida personal es... invisible. Y Bette se pregunta si es aquí donde deseaba llegar realmente... «Deliciosamente entretenida» Life Magazine