Los perros Cipión y Berganza, a quienes Miguel de Cervantes proporciona la
facultad nocturna de hablar para el desarrollo del coloquio, entran de lleno
en el género del relato picaresco. Incluido el texto en las Novelas Exemplares
(Madrid, 1613), la 'humanidad' animal se contrapone a la 'animalidad' humana,
motivo que sirve al autor para retratar la sociedad de su tiempo a través,
asimismo, de los diferentes personajes (los amos de los canes y otros) que los
conversadores caninos sacan a colación.