Convergimos en ese espacio. Su olor me atrapó en el ascensor. Piel con sabor a nuevo. Desde que vi su falda tuve esa escena en mi cabeza. Mi mano no esperó a oír como se cerraban las puertas, subió por ella, descubrí su voz excitada, su suspiro. Llegué hasta su cadera, su pierna se enroscó en mí, enseñando su muslo delgado, terso. Mi mano siguió hasta su culo; me encantó notar la presión de la falda de creppe, entre mi mano y su glúteo, y el cordón de su ropa interior. Llegamos a la sexta planta donde nuestras bocas se separaron, su pierna tocó el suelo y mi respiración cogió aliento.