Para Hannah O Dowd encontrar un hombre decente era tan doloroso como que le quitaran una muela.
Afortunadamente, al menos su trabajo como diseñadora de ropa era algo que la apasionaba, y también tenía a sus amigos: la promiscua Cassie (siempre era conveniente tener una perspectiva diferente de las cosas), la analítica Louise (a veces tanto análisis no era aconsejable) y ni más ni menos que un dentista como Scott (podría resultar útil). Pero a medida que se acercaba a los terribles treinta, Hannah se iba dando cuenta de que lo único que podía hacer para intentar encontrar a alguien era empezar a salir con todo hombre que se pusiera por delante. Poco tiempo después había besado a tantos sapos que tenía miedo de volverse verde. ¡Y eso que acababa de empezar!