La línea del horizonte designa la cosmología, en la que se manifiesta la imaginación de Don Quijote de la Mancha. Ella se evidencia como un límite para atravesar con la mente, que se sustrae a los condicionamientos de una realidad irredenta por la dinámica de la modernización. La consciencia de volver impropia la invertebrada cognición de lo existente lo priva de aquellas modificaciones, que lo asimilan a la teleología del Nuevo Mundo.
Don Quijote se propone subvertir la convicción, anquilosada en la versatilidad dogmática de una temperie en disolución, para describir elegíacamente la inconmensurable fenoménica de la locura erasmiana. La salvación del hidalgo manchego se compenetra en el cuidado mediante el cual despliega la indomabilidad memorial de Sancho recurriendo a la preceptiva clásica, que al final se manifiesta como el viático de la contrición.
Su legado consiste en convertir la inedia en un ímpetu propulsor de una nueva estación intemperante, consecuencial, solidaria de la condición humana.