Alan Le May, nacido en Indianápolis en 1899, participó en la I Guerra Mundial y se licenció en Filosofía en la Universidad de Chicago. Su contribución a la literatura western consta de una quincena de novelas y una cincuentena larga de relatos, así como guiones de cine. Casi al final de su carrera, Le May escribió una obra maestra, Centauros del desierto (The Searchers, 1954), que dos años después llevó al cine el legendario director John Ford.
La trama de esta novela es sobradamente conocida: dos colonos blancos se imponen la incierta tarea de rescatar a un par de niñas raptadas por una partida comanche en una de las muchas incursiones que sus guerreros hacían en el territorio de Texas, ya incorporado a los Estados Unidos.
Para Amos y Martin, protagonistas de Centauros del desierto, la búsqueda se convierte en un fin en sí mismo, en algo que monopoliza sus vidas. Persiguen a los comanches casi más allá de toda esperanza lógica, porque, en opinión de Amos, un indio cuando huye «después de un tiempo piensa que debe desistir, y comienza a aflojar. Por lo visto, no concibe que exista una criatura que persista en una persecución hasta el final».
Además de un impecable western realista de aventuras, Centauros del desierto es una excelente recreación de los años finales de la lucha fronteriza contra comanches y kiowas, narrada con esa precisión e intensidad en los detalles que caracterizan las historias de Alan Le May.
Sólo resta decir que la novela es más cruda, extensa y seria que la película de John Ford. Un motivo más para disfrutarla.