Otoño de 1777. Un año después de la Declaración de Independencia americana, Filadelfia, la capital de las colonias rebeldes, que está a punto de ser ocupada por las tropas británicas del general Howe, es una ciudad en guerra: no solo entre los insurgentes americanos y el ejército británico, sino también entre sus propios habitantes; una guerra que divide y desgarra familias y que engendra todo tipo de traiciones. En primera línea de la batalla, entre las mortíferas armas del enemigo y las puñaladas de sus propios políticos, están los casacas rojas. Para un británico, estos valientes son el martillo que aplastará la incipiente rebelión yanqui. En cambio, para los patriotas americanos, los despreciados «espaldas sangrientas» son los ladrones de su libertad y los saqueadores de su patrimonio. Sam Gilpin es uno de ellos: ha visto morir a su hermano y ahora debe elegir entre el deber a un rey distante, el llamamiento de su propia conciencia y el verdadero significado de la lealtad. Ese invierno, no solo a través de los campos de hielo y fuego de Valley Forge, el olor a pólvora de Germantown y el tronar de los cañones sobre Fort Mifflin, sino también en los lujosos salones de Filadelfia, se reescribirá la Historia y cambiará la fortuna de rebeldes y patriotas para siempre.