Argumento de Carlos de Foucauld: la Fragancia del Evangelio
No es fácil escribir algo nuevo sobre Carlos de Foucauld. ¿Qué tiene este hombre que, tras su conversión, se retiró durante casi treinta años al desierto para atraer tan poderosamente a muchos de los espíritus más perspicaces de nuestra época? ¿Cuál es el núcleo esencial del mensaje de este creyente, seguidor fiel de Jesús de Nazaret y en Nazaret, para que muchos contemporáneos intuyan en él un guion, una ayuda, para avanzar confiadamente en su vida cristiana, y hasta un profeta de los que marcan senderos nuevos al cristianismo? El vizconde de Foucauld, convertido en sirviente de las clarisas de Nazaret, primero, después en monje trapense y, finalmente, en ermitaño y misionero en el Sahara, resplandece en el cielo de los amantes del Evangelio de Jesús por haber conseguido hacer de la fidelidad a Dios y a su propia personalidad una misma e idéntica realidad. Imposible ser fiel al Absoluto de Dios sin serlo al mismo tiempo y por el mismo motivo a la imagen y semejanza de dicho Absoluto, que me llama desde dentro de mí de manera inconfundible e irrenunciable.0Prólogo1. «Mi» Carlos de Foucauld Contemplación y servicio a los pobres «Sal de tu tierra, de tu casa y de tu parentela...» La adoración al Eterno, escuela de servicio desinteresado Volvamos al Evangelio 2. La luz nueva de la fe Responsabilidad de los creyentes frente al fenómeno de la increencia Afrontar con valentía los obstáculos que se oponen a la fe Fuerza liberadora de la fe entendida como experiencia de Dios Encontrar en mí mismo al Dios que me busca La fe cristiana, mirada a fondo a la realidad del mundo3. El absoluto de Dios Todas las cosas creadas son «relativas» al Creador, único Absoluto Encuentro de sí mismo en Dios4. El amado Señor Jesús Solo es digno de fe un Ser supremo que hace de su superioridad un servicio Encontrar a Dios en las encrucijadas de la historia Ser humanos a la manera divina La lectio divina, camino de encuentro personal con Jesús Elocuencia del silencio enamorado El Evangelio, «más allá» del catecismo y del derecho canónico Las bienaventuranzas evangélicas, fondo y forma de la predicación cristiana5. La eucaristía es Jesús La presencia real de Jesús en la eucaristía ilumina la presencia total de Jesús en la vida cristiana La eucaristía no es un banquete para puros y satisfechos Imposible amar al Dios de Jesús sin bajar con Jesús al anonadamiento (kénosis)6. El sacramento del último lugar Se trata de un amor que compartir Bajar para encontrarse con Dios El último lugar como abrazo con el eterno Viviente Un pensamiento no decadente sobre el ser humano7. Para ser feliz con Jesús No vivimos para tenernos que morir La alegría de un corazón amistoso (tierno) La alegría de tener hermanos en todas partes Amistad y fraternidad con Cristo resucitado La felicidad de Dios, patrimonio del alma enamorada La «alegría de la fe» en el papa Francisco8. Para no falsear la cruz de Cristo La felicidad humana depende del amor También la fecundidad de una vida humana depende del amor En la cruz del amor se resumen las bienaventuranzas del Reino Para no ser «perros mudos» Para sacar amor de donde no hay amor La cruz solo es llevadera en el amor al Crucificado y a los crucificados de la historia9. Para ser hermano de todos Nazaret como vida en fraternidad Sencillez en todas las manifestaciones eclesiales La familia humana y la familia eclesial La fraternidad con los ricos a través de la fraternidad con los pobres La fraternidad universal ante el desgarro de la guerra El espacio de la «duda» en la construcción de la fraternidad universal10. La llamada del desierto El desierto es un alimento grueso En el desierto el tiempo está preñado de eternidad El sagrario como «desierto» siempre cercano Las soledades de la vida como invitación al desierto Desierto como huida de vanas discusiones y luchas por el poder El desierto, lugar de renovación espiritual y misionera La condición peregrinante de la Iglesia, garantía de su eficacia evangelizadora11. Cómo puedo, si te amo de verdad, no mirarte La oración, «argamasa» de la vida cristiana Una mirada de amor sobre el mundo y la vida La contemplación de amor conduce a «gritar el Evangelio desde los tejados Solo la santidad (gratuidad) de nuestras obras realiza el bien Familiaridad gozosa con el Padre12. Dar la vida por los que se ama Una forma no rechazable de amar la muerte Mi vida no me pertenece si no es compartida Con todas mis imperfecciones sirvo a la causa de Jesús y de su Evangelio La fidelidad a la oración ayuda a llevar la cruz del amor Hablar de los derechos humanos, un deber del evangelizador13. Misioneros que no colonizaron La encarnación como irrupción de la energía divina en el mundo Austeridad de vida y solidaridad con los más pobres Evangelizar con la simple presencia Cuidar al máximo el diálogo interreligioso El buen entendimiento de la «catolicidad»Carlos de Foucauld, pionero de la evangelización por la amistad (simple presencia)Por una «mística» de la encarnaciónCarlos de Foucauld y el papa Francisco, unidos en la misión no colonizadora«Kerigmatizar»: poner en el corazón de la existencia la fe en Cristo resucitadoApéndice. La profecía de Carlos de FoucauldBibliografía