HAMMILL, solo o en estrecha colaboración con sus amigos, ha pergeñado algunas de las viñetas musicales más bellas y duras de las dos últimas décadas. Furia volcánica, ambiente gótico, siempre un paso más allá de sus contemporáneos, siempre inclasificable y libre de ataduras coyunturales. Canciones de sonido incisivo o relajado que hablan de sombras interiores, de amores rotos, de espíritus que se desmoronan, de miedos y, también, de calladas esperanzas. Un legado majestuoso seguido de cerca por minorías incondicionales que ya no son tan minorías pero siguen manteniéndose incondicionales.