A sus cuarenta años don Juan Arial era, para los que lo conocían un hombre muy feliz. Tenía amigos, admiradores y discípulos. Pero su familia (su esposa y sus dos hijos) era lo más importante y don Juan se gastaba mucho dinero, no solo en alimentarlos, sino también en vestirlos. Don Juan era científico, y se pasaba las horas leyendo e investigando, pero también era muy católico.