Cómo nos enfrentemos a estas tendencias globales determinará la calidad de la vida de nuestro planeta en el siglo veintiuno. Para Friedman la solución es romper con el pasado y llevar a cabo una verdadera revolución. Una revolución «verde», basada en la innovación y una serie de medidas gubernamentales para promover el desarrollo económico y social responsable desde el punto de vista energético. Y la tendrá que liderar Estados Unidos en gran parte responsable de la situación actual por el bien de sus ciudadanos, su economía y su seguridad. Y por el bien del planeta.